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Cooperantes narran el “desastre humanitario” en Haití, con balas perdidas, secuestros y miedo

París, Francia.- Haití se enfrenta a un verdadero «desastre humanitario», advierten ONG internacionales, cuyos trabajadores tienen que hacer frente a la amenaza de las balas perdidas en los hospitales, los secuestros, el miedo a las pandillas, el riesgo de hambruna y todo tipo de escasez.

De hecho, estas entidades humanitarias resaltan el “heroísmo” de sus colegas en ese país caribeño, un mes y medio después de los ataques coordinados de grupos armados para sacar del poder al primer ministro, Ariel Henry.

La capital, Puerto Príncipe, es “una prisión al aire libre, una ciudad completamente aislada” en un país donde “ya no hay gobierno, no hay Estado”, dijo Sarah Chateau, responsable del programa de Médicos de Haití. Sin Fronteras, explica a la AFP (MSF).

Los tres millones de habitantes de Puerto Príncipe y su periferia están “atrapados”, “disparados permanentemente”, continúa.

Los principales puertos y aeropuertos del país no pueden funcionar, lo que bloquea cualquier reabastecimiento. Las carreteras de entrada y salida de la ciudad están controladas por los mismos grupos violentos.

“Tenemos una colega que recientemente quiso salir de Puerto Príncipe para ir a ver a su hijo (fuera de la ciudad). Estuvo secuestrada durante cinco días”, revela Chateau.

En el último mes y medio, los trabajadores de MSF en Haití han sufrido “dos secuestros y dos intentos”, añade.

La capital vive “un desastre humanitario”, afirma el responsable de MSF, la mayor ONG de ese país, con 1.500 empleados y cuatro hospitales en Puerto Príncipe que en las últimas semanas trataron más de 400 heridos de bala.

– Cadáveres en las calles –

«Los tiroteos son tan constantes» que las estructuras de MSF son alcanzadas por «balas perdidas», «una este fin de semana en el campo base y dos en un hospital la semana pasada», afirma Chateau.

“Me dio miedo”, afirma Carlotta Pianigiani, coordinadora de emergencias de la ONG africana Alima, que afirma nunca haber “enfrentado un nivel de violencia tan intenso”.

“En Haití vemos cosas que no vemos en otros lugares. Hay una especie de normalidad en encontrar cadáveres en la calle”, especialmente de presuntos pandilleros, “quemados” por el movimiento de autodefensa Bwa Kale y abandonados allí a modo de “advertencia”, afirma.

Por eso, los “eventos” son monitoreados “hora a hora”, con alertas en tiempo real que aparecen en los grupos de WhatsApp de cooperación ciudadana, explica Pianigiani.

“Aunque la gestión del riesgo es totalmente diferente entre Haití y Gaza (…), son los dos lugares donde es más peligroso que intervengan las organizaciones humanitarias”, insiste.

William O’Neill, el experto designado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos para Haití, está preocupado por la presencia de “niños soldados” en la capital.

Jóvenes de “13, 14 o 15 años” que antes servían de “mensajeros o centinelas”, pero que ahora van con “armas grandes”, explica.

En el país, devorado por décadas de pobreza, desastres naturales e inestabilidad política, poderosas pandillas se unieron a finales de febrero para atacar comisarías de policía, prisiones y grandes infraestructuras y derrocar al Primer Ministro Ariel Henry, quien anunció su renuncia el 11 de marzo.

– “Cataclísmico” –

Un mes después, el Consejo de Transición que debe reemplazarlo aún no se ha formado debido a desacuerdos entre los partidos políticos y otros partidos involucrados.

El país se encuentra en un estado “cataclísmico”, según la ONU. La violencia no sólo paraliza la capital, sino que también impide el suministro de otras regiones.

Alrededor de 362.000 haitianos están desplazados internamente, 5 millones de personas pasan hambre y 1,64 millones están al borde de la hambruna, afirma Naciones Unidas.

El país también sufre escasez de medicamentos. “Los hospitales necesitan de todo: medicamentos, guantes quirúrgicos, anestésicos…”, dice William O’Neill. Pero también los combustibles, cuyos precios, como los de otros bienes de consumo, se han disparado.

La única nota positiva: las ONG afirman no recibir amenazas directas y quieren continuar con su trabajo.

“Intentamos ver el lado positivo de las cosas en el sentido de que todavía podemos trabajar. No sabemos qué pasará dentro de unos meses», observa Virginie Vialas, coordinadora general en Haití de Médicos del Mundo Suiza.

Pero los trabajadores humanitarios están “al límite” porque el “caos” también afecta a su vida privada, con “el estrés postraumático se acumula todo el tiempo”, dice la doctora haitiana Elysée Joseph, que trabaja para MSF.

“Aquí la muerte es algo constante” y “es un acto de heroísmo seguir yendo a trabajar”, ​​afirma. En Haití, “cuando pensamos que ha llegado lo peor, siempre hay algo que agrava la situación”. AFP