La fascinación por la tumba misteriosa de la era de Alejandro Magno

Su estructura remonta a finale del siglo IV antes de Cristo y tiene 500m de ancho, mayor que la tumba del padre de Alejandro, Felipe II, ubicada en Vergina, al oeste de Tesalónica.

“Estamos observando con asombro y con profunda emoción la excavación en Anfípolis”, asegura a la BBC Konstantinos Tasoulas, ministro de cultura de Grecia.

“Se trata de un monumento funerario de dimensiones únicas e impresionante maestría artística. Los más bellos secretos se esconden justo debajo de nuestros pies”.

Si quieres saber quién fue Alejandro Magno, ve al final de esta nota.

Dentro de la tumba, los arqueólogos desentierran dos magníficas cariátides.

Cada una de las figuras femeninas esculpidas tiene un brazo extendido, presumiblemente para disuadir a los intrusos e impedir que ingrese a la cámara principal de la tumba.

Y sus contrapartes modernas están sentadas en un coche de policía, a unos 200m de la entrada de la tumba. La excavación está protegida durante 24 horas por la policía.

Su misión es mantener alejadas a las decenas de periodistas y turistas que llegan aquí por un sinuoso camino de tierra desde la aldea más cercana, Mesolakkia.

Y por si no queda claro, una señal imponente de “No entrar” sirve para el mismo propósito.

El equipo de excavación no ha hecho ninguna declaración sobre la identidad del ocupante de la tumba.

Pero eso no ha impedido que los medios de comunicación, los arqueólogos y la gente común y corriente ya hagan sus apuestas.

Los arqueólogos coinciden en que la magnificencia de la tumba significa que fue construida por un personaje destacado, como un director familiar de Alejandro Magno. Quizás su madre, Olimpia, o su mujer, Roxana, o algún noble macedonio.

Otros dicen que podría ser un cenotafio.

Pero sólo el equipo de excavación puede dar respuestas definitivas. Y el progreso ha sido lento, ya que los trabajadores una tercera cámara que corre peligro de colapsar.

Los expertos no han llegado tiene veredicto. Pero para los pocos cientos de habitantes de Anfípoli y Mesolakkia, los dos pueblos más cercanos al lugar de la excavación, no hay duda: dentro de la imponente tumba con paredes de mármol que yace a pocos metros de sus casas, no puede haber otro que Alejandro Magno.

“Sólo Alejandro amerita un monumento similar”, de Antonis Papadopoulos, un agricultor de 61 años, tomé un café en una taberna frente al museo arqueológico de Anfípoli.

“La magnitud y la opulencia de esta tumba es única. El sentido común dice que es él quien está sepultado allí”.

Los arqueólogos y el Ministerio de Cultura Gris advierten a cambio que esto es solo una especulación, sobre todo porque se cree que Alejandro Magno fue enterrado en Egipto.

“Estamos naturalmente ansiosos por conocer la identidad del ocupante de la tumba, pero eso será reve a su debido tiempo por los excavadores”, dice el ministro Tasoulas.

El descubrimiento, fruto de dos años de excavaciones, fue anunciado durante una visita de Antonis Samaras, primer ministro griego, que se acercó al sitio el mes pasado y lo describió como “muy importante”.

Desde aquel anuncio, Anfípoli y Mesolakkia se han llenado de gente, con un bullicio que irrumpe en el ritmo lento y tranquilo de la vida de pueblo.

“Periodistas y visitantes de repente comenzaron a llegar de toda Grecia y del exterior.

“Sabíamos que había algo allí, pero no esperábamos la magnitud de este descubrimiento”.

Una pareja de belgas que pasa por allí cuenta que viajó hasta aquí después de leer sobre la tumba en el periódico.

El hallazgo ha despertado una ola de orgullo y patriotismo griego, quitando protagonismo, por lo menos temporalmente, a los apuros económicos.

En Mesolakkia, el punto de encuentro de periodistas y viajeros es un kafenio tradicional, o café, con un gran platano cuya sombra está protegida del cálido suelo de septiembre.

Zournatzis dice que los pobladores esperan “haberse ganado la lotería”.

El padre Konstantinos, un cura de 92 años, dice que está atento a los acontecimientos y “dejando el entusiasmo”.

Los residentes locales cuentan que ya han recibido ofertas para vender sus tierras, pero muchos quieren esperar hasta que los arqueólogos hagan el anuncio oficial.

“Antes del descubrimiento, aquí el terreno no valía casi nada. Pero ahora nadie vende”, de Menia Kyriakou, residente de Mesolakkia.

Un grupo de mujeres que toman café en una mesa cercana explicó que no es tan fácil enterarse de las últimas noticias sobre la tumba.

Eleni Tzimoka, quien recientemente regresó al pueblo desde Tesalónica, apenas esperaba en el café que la compañía telefónica instalara una conexión a internet.

“Sabemos que la historia de la tumba est grande, pero sin acceso a la roja, es difícil mantenerse al día”.